martes, 13 de agosto de 2013

El lobo (part 4)

Con mi zambullida, la calma del agua se convirtió en una pequeña salpicadura. Y por la sorpresa, me entró agua por la nariz antes de salir a la superficie. El agua estaba bastante fría; y me encantó. Fui nadando hasta Jack, que se había tumbado en la orilla y me observaba expectante.
En cuanto mis patas delanteras tocaron tierra, pegué un salto y eché a correr por el prado; libre. La sensación era increíble. El viento, antes inexistente, me secaba el pelo con fuerza. Mis patas se movían tan rápido que casi era incapaz de notar la hierba bajo almohadillas.
Lo que me parecieron segundos después, Jack me adelantó a la carrera. ¿Con que quería jugar, eh? Pues juguemos. Aceleré tanto como soportaron mis músculos y poco a poco fui ganando terreno, hasta que me encontré corriendo a su lado. Y me sentí volar.
Con un brinco, me eché sobre Jack, y los dos caímos al suelo rodando; mordiendo el cuello del otro, y soltando una serie de gruñidos y pequeños ladridos.
Jack acabó encima mía y yo panza arriba debajo. Si ahora mismo quisiera matarme, lo haría. Únicamente necesitaba un mordisco tan preciso como el que mató al otro lobo. Pero por alguna razón, confiaba demasiado en él, tal vez más de lo que debería. ¡Era un lobo, por el amor de Anubis! En los lobos no se puede confiar; solo quieren poder, ser el alfa. Estoy muy segura de que si yo fuese la líder de una manada, y el fuese el beta, no tendría reparo alguno en matarme en ese mismo instante. Aunque, claro está, si yo fuese líder, nunca jamás estaría en una posición tan sumisa. En los perros también hay un líder, pero no es lo mismo, ya que el poder no recae todo en él.
Por eso mismo, supe que Jack quería ser un alfa, si no lo era ya, o lo había sido en algún momento. Tal vez había retado a su antiguo alfa, y no consiguió derrotarle, por lo que fue exiliado. Eso también explicaría porque a demás del lobo negro no he visto ningún otro más. Pero Jack no tenía cicatrices de batalla.
Un aullido interrumpió mi reflexión y mi juego con Jack. Este se apartó y se quedó mirando a la nada, desconectado del mundo. Alzó el hocico al cielo, donde el sol se escondería en unos minutos, e hizo que un aullido reverberase por todo el bosque; un aullido que me dio escalofríos. Sonó peligroso y amenazante, como si lo hubiese creado con furia. No pude evitar agachar la cabeza, junto con mis orejas y el rabo.
Otro aullido de respuesta, proveniente del mismo emisor que el anterior.
Unos arbustos se movieron en el mismo sitio de donde había salido el lobo negro. Solo que esta vez, era una loba con dos cachorros, los tres igual de negros. Se acercaron despacio con la cabeza agachada hacia el cadáver. La loba lo olfateo y gimió desesperadamente. Era su compañera, de eso no cabía duda. Después dirigió la mirada directamente a nosotros. Pude leer el odio y la venganza en su mirada, y su gesto amenazante ante el que no pude evitar retroceder. Y entonces, hizo algo que no había esperado, y al parecer Jack tampoco: la loba alzó la cabeza, y aulló.
En ese momento, Jack se giró y echó a correr a lado del prado contrario al que se encontraba la loba. No noté el miedo de Jack, pero posiblemente él si que notase el mío. Los pulmones me ardían, aún agotados por la carrera anterior, pero no dejé que eso me detuviese.
Mientras, intentaba procesar lo que había pasado, pero nada cuadraba... Lo que me esperaba era que atacase, que se tumbase al lado de su compañero, o que diese la vuelta y se marchase sin más.
El suelo era irregular, y había ramas rotas y zarzas secas por todas partes. Aún así, a Jack no parecía importarle, y corría a una velocidad vertiginosa. Prácticamente ni miraba al suelo, solo corría hacía delante con indiferencia a tropezar o a clavarse algo.
Después de lo que me pareció una eternidad, llegamos a un camino de tierra, donde el bosque se volvía mas espeso a los laterales. Jack redujo la velocidad y cayó al trote. Echó una hojeada atrás para comprobar que aún lo seguía, mientras yo aceleraba el paso para colocarme a su lado. Seguía sin entender nada.
Minutos después llegamos ha un prado; que yo bien conocía. El prado de los lobos, así lo llamaba mi ama. Le puso ese nombre porque una vez, hace dos años, juró haber visto un lobo tumbado bajo nuestro árbol. Y ahora podía apostar ha que había sido Jack.
Nos dirigimos justo al medio y nos sentamos. Ahora estaba aún más confusa que antes.
Justo en el momento que giraba la cabeza para mirar a Jack, una  cabeza salió de entre los matorrales a los que Jack miraba. Y luego otra, y otra, y otra. Conté hasta once. Lobos de colores empezaron a emerger a la luz del sol. Y aunque se quedaban en la periferia, tanto ellos como nosotros sabíamos que estábamos acorralados.

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