martes, 6 de noviembre de 2012

Cerbero, compañero del diablo (Part. 2)

Mi ama recogió su pesado cuerpo de aquel suelo, y lo cargó en sus brazos recurriendo a toda la fuerza que tenía. Corrió cuesta abajo, y yo, un par de metros más adelante, daba grandes zancadas todo lo rápido que podía. Cerbero no daba muchas señales de vida, sus patas colgaban flácidas en el abrazo de mi ama, y su cabeza, apoyada levemente sobre su pecho, con los ojos y la boca entreabiertos, dejaban ver que se estaba muriendo lentamente.
Cuando estábamos a poco menos de cien metros de la casa de Cerbero, mi dueña empezó a gritar, y un par de hombres salieron de la casa. Luna, la compañera de Cerbero, ladraba sin control encerrada en su jaula. Cerbero, ante los ladridos, pareció despertar de un profundo sueño, y saltando con grave dificultad de los brazos de mi ama fue a reunirse con ella. Nadie lo detuvo.
Con sus hábiles dientes, corto la cuerda que cerraba la verja de metal. Un chirrido fue el sonido que marcó su reencuentro. Luna saltó de alegría alrededor de él, mientras este le daba lametazos a la mínima oportunidad. Tanto los hombres como mi dueña, se quedaron quietos, observando con estupefacción todo lo que acontecía entre aquellas dos almas gemelas separadas desde siempre, pero obligados a la vez a estar juntos.
La felicidad y el gozo se olía en el aire.
Poco después, Cerbero se acercó a mí para darme las gracias, y volvió con Luna corriendo como si le dependiera la vida en ello; para reanudar aquel baile que aún no les había dado tiempo a terminar.
Ese día, sus amos decidieron dejarlos sueltos por una única noche. Mi ama, también decidió dejarnos sueltas a mi madre y a mi. Estuve toda la noche despierta, pensando en la mañana siguiente, cuando posiblemente mi ama me llevaría a ver a Cerbero y a Luna.
La luna estaba llena, y las estrellas brillaban con intensidad, dándole al cielo esa hermosura propia de una noche de verano, despejada y prometedora.
Antes de que al sol le diera tiempo a salir, y de que a nadie le diera tiempo a levantarse, mi ama cogió la correa, y me llevó hasta casa de Cerbero. La escena que allí vi, se me quedará grabada hasta el día en que me vaya de este mundo. Cerbero y Luna, tumbados el uno al lado de otro bajo un enorme cerezo en flor. Luna le daba pequeños besos en el hocico. Cerbero, yacía inerte junto a ella, con su corazón apagado, y su alma henchida de felicidad, al morir al lado de su amada.
Luna alzó la cabeza, y un suplicante aullido le salió de la garganta, proveniente de lo mas hondo de sus entrañas, de lo más profundo de su corazón. Yo, la imité, lanzando un agudo canto a la luna. Después, se empezaron a oír otros ladridos de cientos de perros de casas vecinas, que formaron una gran melodía cantada a destiempo. Hasta que los lobos, tristes de nuestros llantos, se unieron a la causa, suplicando también a la luna, que cuidase de Cerbero, allí a donde fuese su alma.
Mi ama le rogó a los dueños, que ya que Luna iba a seguir encerrada, que enterrasen a Cerbero al lado de su jaula, para que su espíritu viviera tranquilamente junto a ella. Los dueños accedieron, pero mi ama me llevo a casa para que no pudiese ver su despedida. Solo me permitió dar dos lametazos en su hocico para despedirme de él.
*          *          *
Dos meses después, nueve cachorros de rottweiler, ciegos y sordos, correteaban entre las patas de Luna con torpeza, intentando guiarse únicamente por su olfato. Luna, me dejó acercarme un poco a olfatearlos con cierta distancia, y como es imaginable, Luna quería mantener a sus cachorros fuera de cualquier peligro, ya que ellos eran como pequeñas imitaciones de su amado Cerbero. Los amaba.
Sus dueños vendieron todos y cada uno de los cachorros al mejor postor. Y Luna, se quedó totalmente sola, encerrada otra vez en su jaula, sin la compañía de Cerbero.
Aún hoy, sigo visitando a Luna, quien corroída por la frustración de las rejas, casi no conservaba su cordura. Lo único que hacia que no rompiera la cuerda, y nos matara a todos uno por uno, era que el espíritu de Cerbero, la mantenía encerrada.

Relato escrito en honor a Cerbero, un perro fiel, fiero y noble, al que todo el mundo respetaba y que todo el mundo temía, y que en su momento me salvo la vida. Que descanse en paz.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Cerbero, compañero del diablo

Últimamente, la madre de mi dueña se encontraba muy inquieta esos días. Le repetía una y otra vez a mi ama que tuviera mucho cuidado con algo que no alcancé a escuchar.
Ese mismo día, salimos a dar un paseo, como todos los sábados desde que tengo memoria. Al pasar por casa del pequeño Nody, un perro albino de ojos azules y nariz rosada, que siempre se pega cuando nuestros amos salen a dar un paseo juntos. En la puerta había una especie de furgoneta blanca, y un hombre un tanto extraño, que me dio miedo de inmediato. Me encogí un poco, y me apegué a las piernas de mi ama. El hombre también le dio una advertencia que tampoco llegué a oír con exactitud.
Hoy fuimos al viejo campo de fútbol. Ya no tiene porterías, y la mitad, ni si quiera hierba. Uno de los lados da a unos arbustos bastante espesos, con numerables zarzas, tojos, helechos y otras plantas silvestres. Solo los perros, zorros o lobos, conseguirían pasar por entre la maleza.
Mi ama me soltó la correa, y como siempre, empecé a correr de un lado a otro muy contenta. Después de dar un par de vueltas, olisqueé alguna que otra esquina aquí y allá, para hacer un reconocimiento total de la zona. Al pasar al lado de los matorrales, fue cuando lo olí: una mezcla de odio y rabia, de tristeza y amargura. No lo veía, pero lo presentí. Miré atrás, y vi a mi dueña sentada en el ventanal derruido de la caseta de piedra, escuchando música. Me atreví a adentrarme un poco en la oscuridad, esquivando troncos finos y leñosos poblados de pinchos. Entonces lo oí: una respiración lenta y entrecortada, con pequeños bufidos. Cada vez lo presentía más cerca, pero no era él quien se movía, sino yo. Caminaba medio a ciegas, esquivando como podía todos los obstáculos, hasta que tropecé con una robusta pata. Me enderecé rápidamente, alerta. Olisqueé aquel enorme cuerpo, tumbado sobre unas hojas secas. Era musculoso, y daba la impresión de que estaba muy agotado, y medio muerto de cansancio. Un gruñido de dolor salió de su hocico, y resonó entre sus dientes, que castañearon levemente.
-Me muero
Un susurro apenas audible. Un sentimiento de pena me inundó, y me compadecí profundamente de él. Quiso incorporarse un par de veces, ambas sin éxito. Pero a la tercera consiguió ponerse en pie, no sin dificultad. Le pregunté que le pasaba. Lo único que contestó, fue que algo lo estaba comiendo por dentro, que lo sentía morderle el estómago. Le dije que viniera conmigo, que mi dueña lo curaría, que se pondría bien.
Cuando casi estábamos fuera de los matorrales, contestó que no podía volver, porque lo volverían a encerrar. Y entonces, gracias a los rayos del sol que iluminaban una parte de la maleza, pude ver a un perro conocido, solo visto de lejos, pero lo reconocía. Cerbero, un rottweiler que lleva viviendo en una jaula de un metro por un metro, por lo menos cinco años. Por eso estaban todos tan preocupados, porque un asesino de sangre fría anda suelto por el pueblo. Menuda estupidez. Todo el mundo dice que es malo, pero no tienen pruebas, porque se ha pasado toda su vida encerrado.
Mi dueña seguía en el mismo sitio de antes, desconectada del mundo en general. Cerbero, me miraba melancólico, con ojos apagados, respirando con dificultad.
Cerbero me contó, que podía haberse escapado en cualquier ocasión, con solo roer un poco el cordón que mantenía cerrada la puerta de su celda, pero que quería ser bueno, teniendo la esperanza de que, como un condenado a cinco años de cárcel, le dejarán bajo libertad vigilada. Pero eso nunca pasó. Cuando enfermó, esperó un tiempo, para ver si sus dueños se daban cuenta de que algo malo le pasaba, pero eso tampoco paso nunca. Su dueño, también es el dueño de Nody, y el hombre extraño de la furgoneta, debía de ser de una perrera. Cerbero mataba su tiempo con su compañera Luna, separados por una verja de metal muy fuerte. Hablaban, jugueteaban, dormían lo más cerca que podían... Pero cada día era un infierno, en el que ni el diablo les hacía compañía. Solo ellos dos, unos bloques de cemento y unos alambres que los separaban. Cerbero, al ver que empeoraba, no quería morir cautivo, pero tampoco quería vivir lejos de Luna. Así que, con valentía, cortó las cuerdas de su jaula y corrió hasta el refugio más cercano, que era en el que nos encontrábamos ahora. Decidió pasar ahí toda la noche, para sentir la luna y las estrellas sobre su cabeza, que el viento fresco corriera entre sus patas, jugar de verdad con ratones de campo, hacer amistad con perros callejeros...
Pero hoy, cuando quiso volver junto a Luna, no pudo levantarse. Su enfermedad estaba ya muy avanzada, y los dos temíamos lo peor. Ahora, estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse en pie, y podía ver como sus patas temblaban, y su abdomen se contraía del dolor.
Le dije que mi ama lo ayudaría, que no tenía nada que temer. Cerbero, sin mas remedio, aceptó. Le di un pequeño lametón en el hocico y corrí hasta mi ama. Al verme se quedó indiferente, empecé a gemir un poco, y entonces capté su atención. Corrí hacia los arbustos y me giré para esperar a mi dueña, que capto el mensaje en seguida. Me siguió hasta que vio ha Cerbero emerger de entre la maleza.Y entonces Cerbero se derrumbó sobre la tierra lánguida y fría...

martes, 9 de octubre de 2012

Luna... llena

Se asoman tus ojos
en luna llena y me ves
a través de una estrella
soy perro estepario, solitario...

De ti, de tu pradera y de tus llantos,

de tus desgarradores silencios,
de tus elocuentes aullidos,
soy tu celo, tu manada solitaria.

Soy la estepa de un lobo,

soy de ti, el silencio de la pradera,
eres mi presa, sol, agua y luna,
lluvia mezclada con trigo y hojarasca.

Amor fallido, en el silencio oblicuo de la luna,

soy pradera, soy frío, soy perro de estepa;
soy horizonte incierto, soy lo que tu quieras;
soy, si quieres, perro con piel de lobo.

Eres para mi como la piel de la noche,
como dulce sombra de la luna adormecida,
como eslabón de una cadena,
como la nube gris, como la luna... llena.



domingo, 30 de septiembre de 2012

El lobo (part 3)

Ante mis ojos, la pelea se desarrollaba con rapidez. No sabía quien llevaba ventaja. Solo veía como rodaban por la hierba, clavándose los colmillos con ferocidad. Pasaron minutos, o segundos, o tal vez horas; no lo se con certeza. Tanto Jack como el lobo oscuro estaban ya recubiertos de sangre.
En un momento, el lobo oscuro bajó la guardia, y Jack le asestó un potente mordisco en una de las patas delanteras, y se levanto gentilmente, con agilidad, para colocarse delante mía. Agachó la cabeza y gruño por lo bajo, observando al lobo de color carbón levantarse y cojear hasta donde estaba Jack. Este, sin confiarse demasiado, retrocedió un poco gruñendo algo mas fuerte.
Decidí moverme un poco para ver bien aquella bestia. Era totalmente negro, y tenía la punta de una oreja derecha cortada, posiblemente provocado en una pelea. Levantaba la pata herida unos centímetros del suelo, y se podía ver la sangre goteando desde sus uñas. También tenía sangre en el morro, pero me cuestionaba si era la suya propia, o la de Jack, a quién también le goteaba la sangre desde un costado.
Cuando por fin parecía que todo había vuelto a un estado de calma, el lobo oscuro, saltó al cuello de Jack, y yo corrí hasta detrás del tronco del roble. Desde allí, observé como la estupidez de aquella bestia, le llevo a la muerte, cuando Jack le asestó una dentada mortal en el cuello, seccionando la yugular. El lobo, se apagó con un sordo gemido que retumbó por todo el bosque.
Jack caminó despacio hasta donde yo me encontraba, y se tiró a mis pies, cansado y abatido. Le lamí la herida del costado, para quitarle la sangre y para ayudar a que se curara más deprisa. Jack no gimió de dolor ni un solo momento, mientras respiraba fuertemente. Cuando acabé de limpiarle el pelaje, troté hasta el lago a beber.
Jack no se movió.
Me eché cerca de él, y apoyé la cabeza sobre mis patas. Ahora si que todo volvía a estar en calma. Los gorriones y pardales cantaban su melodía al unísono, entonando con delicadeza y fluidez cada nota. Los árboles susurraban al viento, y mecían sus ramas de un lado a otro, moviendo sus hojas, silbando. Era muy agradable descansar sobre la hierba fresca, a la sombra, un día tan caluroso. Decidí cerrar los ojos un momento, y como era de esperar, me quedé dormida.

Cuando desperté, era casi la puesta de sol. Jack estaba a mi lado, con los ojos cerrados y respirando tranquila y profundamente. Me dio cierto morbo despertarlo, por lo que me levante yo a beber. Cuando regresé al lado de Jack, seguía acostado, pero despierto. Y me miraba fijamente.
Le cogí una oreja con la boca, y delicadamente tiré de ella para que se levantase. Al principio no obtuve respuesta, pero cuando insistí un poco más, se levantó despacio, temiendo caerse. Me aparte ligeramente para dejarle algo de espacio para que se incorporase, y luego caminé por delante de él hasta el lago. Jack tomo grandes tragos, saciándose.
Desde mi punto de vista, el lago no parecía tener ningún fondo. Todo era negro, y había algunos nenúfares en la superficie, que parecían tener sus raíces en el reborde.
Me giré un poco, hacia donde algunas horas antes había habido una pelea, y comprobé así, que el cuerpo del lobo seguía en el mismo sitio.
Justo en ese momento, Jack aprovechó para empujarme con las patas, haciéndome perder el equilibrio, y caer en el agua.

domingo, 23 de septiembre de 2012

El lobo (part 2)

Sola, en medio del bosque, con un lobo como única compañía...
Seguía andando detrás de él, a paso lento y cauteloso, vigilando sus movimientos. Con cada ruido, más levantaba las orejas para escuchar mejor todos los peligros que me rodeaban. Aún así, no tenía miedo; no me temblaban las patas; no me dolía el estomago. Quería preguntarle cómo se llamaba, quería saber su nombre, para no tener que llamarlo con un ladrido; pero algo en mi me lo impedía. Tal vez fuera mi sentido de la supervivencia o mi raciocinio, que no quieren que muera devorada por un lobo.
¿Y si no solo estaba él, si no que había una manada entera? Mi ama me dijo una vez, que las manadas de perros salvajes, son perros abandonados que no tienen donde ir, y buscan el apoyo de otros perros para sobrevivir. Me dijo que eran muy malos, que lo único que quieren es buscarse algo a lo que llevarse a la boca.
El lobo, hizo zigzag entre los árboles, y siguió adelante, adentrándose mas en la espesura. ¿Cuánto más íbamos a alejarnos de mi ama? Seguro que estaría muy preocupada. Pero la curiosidad, la fascinación, es lo que me lleva a seguirlo. Y entonces, reuní todo el valor que pude, y le pregunté por su nombre.
Jack.
Fue un leve susurro, ronco y grave, lleno de ferocidad. Música hermosa para mis oídos. Con algo más de confianza, troté un poco hasta quedar casi a su lado, pero guardando aún las distancias. No quería presionarlo, y que sus colmillos quedaran grabados en mi cuello.
El paseo no acababa nunca, y no recordaba el camino de vuelta a casa. Con tantos giros y curvas entre los árboles y arbustos, me había perdido unos quince metros después de dejar atrás a mi ama. No sabía como iba a volver. Tal vez podría preguntarle a Jack cuando llegáramos a dondequiera que estamos yendo, o tal vez incluso él mismo me llevara de vuelta.
Entonces Jack empezó a correr, y yo lo seguí al paso mas rápido que pude. Era muy rápido, y parecía que nunca se cansaba. Seguimos corriendo durante un par de minutos, y jadeando, llegamos aun pequeño prado florido, con un lago de fondo, rodeado de arbustos y altísimos árboles, y con un gran roble centenario justo en el centro. Era increíblemente precioso. Mi ama nunca me había llevado a uno así, y seguro que le gustaría mucho que se lo enseñara; aunque eso si conseguía volver.
Jack se quedó inmóvil en la penumbra de los árboles. Yo estaba muy cansada, a si que me adelanté, y caminé con la cabeza agachada hasta el lago para beber. El agua bajaba por mi garganta dulcemente y con fluidez; era pura ambrosía. Cuando me dí la vuelta, Jack seguía en el mismo sitio en el que estaba la última vez. Yo lo miraba fijamente, pero él miraba otro punto perdido detrás de mí. Su expresión cambió de un momento a otro, y paso del sosiego, a alerta. Yo seguía absorta en sus ojos de oro líquido. Jack corrió hacia mí a una velocidad vertiginosa, gruñendo y enseñando los dientes. Yo me había quedado paralizada; mi raciocinio había desaparecido por completo, y yo estaba sola en mi mente.
Antes de que pudiera darme cuenta, Jack saltaba por encima de mi, y le clavaba los colmillos a un lobo del color del carbón...

martes, 18 de septiembre de 2012

Callejero

Era callejero por derecho propio;
su filosofía de la libertad.

Juegan a las suyas sin atar a otros,
y sobre los otros no pasar jamás.

Aunque fue de todos nunca tuvo dueño
que condicionara su razón de ser.

Libre como el viento era nuestro perro,
nuestro y de la calle que lo vió nacer.

Era un callejero y era la ternura
que nos hace falta cada día más.

Era una metáfora de la aventura
que en el diccionario no se puede hallar.

Era un callejero con el sol acuestas,
fiel a su destino y a su parecer.

Sin tener horario para hacer la siesta,
ni rendirle cuentas al amanecer.

Era nuestro perro porque lo que amamos
lo consideramos nuestra propiedad.

Y era de los niños y del viejo Pablo,
a quien rescataba de su soledad.

Era un callejero y era el personaje
de la puerta abierta en cualquier hogar.

Era en nuestro barrio como del paisaje,
el sereno, el cura y todos los demás.

Era el callejero de las cosas bellas,
y se fue con ellas cuando se marchó.

Se bebió de golpe todas las estrellas,
se quedó dormido y ya no despertó.

Nos dejó el espacio como testamento,
lleno de nostalgia, lleno de emoción.

Vaga su recuerdo por los sentimientos
para derramarlos en esta canción.

jueves, 6 de septiembre de 2012

El lobo (Part 1)

Llevo tres días sin salir a pasear. Es como si me comieran por dentro. Una hora, un bocado. La energía me pita en los oídos, me incita a temblar para liberarla. Y yo tiemblo.
Cuatro días. ¿Donde esta mi ama? ¿Por qué no viene? La hecho de menos. Cada vez estoy mas vacía. Mamá, por el contrario, esta muy tranquila. ¿Cómo lo hace?
Quinto día. Un coche aparece a la entrada. ¡Es ella! ¡Es ella! Y lo es. Abre la puerta de rejas y se acerca a mi para acariciarme. Salto, le apoyo mis manos en su estómago, y ella se inclina para recibir mi beso. Ahora estoy contenta. Coge la correa y entonces empiezo a dar brincos.
¡Paseo! ¡Paseo! ¡Paseo! Repito en mi cabeza. Y muevo la cola con energía.
Caminamos con paso rápido, a grandes zancadas sobre el asfalto, hasta llegar al parque, entonces me suelta. Corro de un lado a otro, acabando con la energía acumulada en tanto tiempo. Salto encima de los bancos y los columpios. Y muevo mas la cola. Con el viento azotando mi cara, me levanta el flequillo, y puede ver todo con mucha mas claridad. Me paro en seco y tomo aliento. Y vuelvo a correr otra vez.
Entonces un perro sin collar aparece. Tiene el pelo largo, como el mio, es grande, joven, tal vez de mi edad, orejas en punta, y gris. Me acerco a él con cautela. Me giro para ver a mi ama, que esta sentada en un banco de piedra, leyendo un libro. Vuelvo a mirar al perro callejero. Cuanto mas me acerco, mas alerta se ponen todos mis sentidos. Una parte de mi me dice que no me deje encandilar. Pero es tan guapo... Dios mio... A un par de metros, me doy cuenta de que no es un perro...
Un lobo.
Pelo gris con destellos cobrizos, fuertes patas, un enorme y húmedo hocico, musculoso, y sus ojos dorados puestos fijamente en mi. Suelta un bufido, se gira y camina despacio hacia la entrada del bosque. Yo lo sigo con cautela.
-¡Sena! -oigo que grita mi ama detrás de mi.
Pero yo no la escucho, no escucho nada mas que los bufidos del lobo. Sus pisadas son silenciosas. Su cola esta baja, y tiene la cabeza gacha, olisqueando el suelo. Yo aún lo sigo.
-¡Sena! -sigue gritando mi ama.
Miro hacia atrás, y veo como corre en mi dirección con la correa en las manos.
No quiero que me ate, no quiero que me lleve de vuelta a casa. Se que si la desobedezco me castigará, pero quiero seguir al lobo. Es la primera vez que veo uno, y me fascina. Vuelvo la mirada hacia el, y veo que se pone al trote, seguramente escapando de mi ama. Yo troto también y lo sigo.
Cuando me doy cuenta, estoy en medio del bosque, con un lobo como única compañía...

domingo, 19 de agosto de 2012

Calor sofocante vs. Agua fresquita

Cuando hemos dado un paseo hasta el lago, mi dueña me soltó. Me puse tan contenta que empece a saltar de un lado a otro, y cogí carrerilla para saltar al agua poco después. Fue un alivio contra el calor abrasador del verano. Nade de un lado a otro, persiguiendo las ranas que saltaban en busca de refugio. No conseguí coger ninguna. Pero me lo pasé muy bien. Cuando me llamaron para que saliera, me sacudí fuerte para sacar el agua que hacía que me pesara tanto el pelo. Me encanta revolcarme en las hierbas y restregarme contra los árboles para secarme mejor, pero mi dueña, que sabe que me ensucio, me ata en seguida para que no pueda intentarlo.
El agua, es el único bien que quita el mal del calor de verano. Ese insoportable calor. Se que mi pelo es térmico, pero no lo suficiente. Me sofoco muchísimo más. ¿Y quien no? ¿Acaso soy el único perro que siente tanto calor? Sinceramente, nunca he hablado de ello cuando me encuentro con otros perros.
En verano, suelen bañarme una vez por semana, y cuando acaban, me huelo bastante raro. Mis amos dicen que me queda el pelo brillante, sedoso, desenredado y con buen olor, por el champú. A mi, personalmente, me da igual. Aunque si que noto cierto frescor después de una buena ducha.
Una vez, una de mis dueñas intentó ponerme una goma en el flequillo, y me dejó una pequeña coleta por encima de la cabeza. Veía increíblemente bien, pero no me gustaba nada tener eso en el pelo, me tiraba, y me dolía. Me molestaba tanto que empecé a darle con la pata hasta que me lo quité.
El verano pasado, me cortaron el pelo. Me lo cortaron mucho, y muy mal. Pero yo seguí teniendo calor. Tardó unos cuatro meses en crecerme de nuevo. Creo que después de ese rapado radical, aprendieron a dejarme el pelo tal y como lo tengo. Aunque de vez en cuando, aún me cortan un poco de pelo en la barriga y en las patas, por la cantidad de nudos que se me forman.
Moraleja: es mejor dejarnos el pelo tal y como está; tendremos calor de todos modos; y posiblemente quedaremos mucho mas feos. A si que ¿para que cortarlo?
Después de una ducha

miércoles, 15 de agosto de 2012

Perro color café con leche y caramelo

Hoy, de paseo por el pueblo, me encontré con mi tío, Leo, el único hermano de mi madre que sigue con vida; y que al igual que ella, era totalmente negro, y de pelo corto y encrespado. Yo quise correr hacia él para saludarlo, pero mi dueña agarro fuerte la correa y tiró de mi pare que me apartara de él. Leo agitó la cola con entusiasmo, y se acercó a mi trotando alegremente. Pero entonces, mi dueña, se interpuso entre los dos, y caminó firmemente hacia el para amedrentarlo. Leo gruño, pero la intimidación le pudo y se alejó rápidamente, dirigiendo rápidas y cortas miradas atrás, para asegurarse de que no lo seguían. No entendí la reacción de mi ama ante aquel animal, sabe que yo me defiendo sin piedad si algún perro intenta morderme. Intenté restarle importancia, y reanudé la marcha. Nos encontramos con algunas personas que paseaban, al igual que nosotras. De vuelta, pasamos por casa de Hulf, un pastor alemán con mas o menos un año. Es encantador. Cuando nos ve, recorre toda la verja de su jardín hasta la puerta a nuestro lado, y en la entrada, donde los barrotes son más anchos, él apoya el hocico y lo acerca a mi todo lo que puede. Mi dueña siempre le acaricia la cabeza, y él le da besos en la mano de vez en cuando. Hulf es el mejor perro, que he conocido. Es tranquilo, amigable y juguetón.
En el parque, había un perro color café con leche y caramelo. Era muy grande, y en cuando me vio, corrió hacia mi. Antes de que mi ama pudiera detenerlo, noté sus dientes en el cuello, pero antes de que pudiera hacerme sangre, rodó por la tierra un par de metros delante de mi. Supe en seguida quien le había dado esa patada. Mi ama, antes de que pudiera levantarse, lo cogió justo debajo de la mandíbula, para que no pudiera morderla, y se lo llevó arrastras hasta su dueño.
-Si vuelve a morderla -había dicho con tono mortífero-, le patearé más fuerte.
Mi dueña siempre había sido muy fuerte, y peligrosa. En el pueblo, todos los animales le guardaban respeto; algunos eran amigos, que se acercaban a que los acariciasen, otros, gruñían por lo bajo manteniendo distancias, el resto, simplemente huía. Mi ama era posesiva: todo lo que le pertenecía, lo protegía aunque se dejase el pellejo. Innumerables veces, se ha puesto entre un gran perro de grandes colmillos, enfurecido y rabioso, y yo. Nunca dejan que la intimiden, todo lo contrario. Y esa, no iba a ser una excepción.
Aún si conseguían hacerle daño algo que era suyo, ese ser recibiría un severo castigo por sus actos. Una tarde, estando en el galpón de los padres de mi ama, vi como un ratón se comía las fresas de una apreciada planta cerca de la caseta. Cuando mi dueña se enteró, no descansó hasta que lo atrapó; y tardó media semana en conseguirlo. En ese tiempo, el ratón se había comido unas cuantas fresas, tres hojas de lechuga por la mitad y alguna patata pequeña que asomaba por la tierra. Después de que cayera en la trampa que diseñó mi dueña, se lo dio a Paul, el gato siamés que tanto me odia, para que se lo "comiera"; lo único que hacía era jugar con él, torturarlo, hasta que caía medio muerto y ya no podía moverse, cuando empezaba a comérselo.
Ese perro café con leche y caramelo, no volvería ha hacerme daño ni aunque se dejara la vida en ello. Mi ama le administraría un castigo severo, sin importarle lo que su dueño dijese. A mi ama le gusta la noche; y se desenvuelve bien en ella. Yo, la he visto atrapar murciélagos en pleno vuelo, cuando están torpes bajo la luz de la farola y se desorientan. No le resultaría difícil colarse en la casa de ese perro y atarlo a un poste en un bosque remoto.
Mucha gente dice que mi ama es una rebelde, pero yo pienso que cualquiera mataría por proteger lo que es suyo.

lunes, 13 de agosto de 2012

Guau guau

Hola, me llamo Sena, tengo 4 años, y soy una perra mestiza. Soy de tamaño medio, tengo el pelo largo y negro con las patas y el pecho marrones, con las orejas caídas y un bonito flequillo. Me gusta mucho correr por las praderas, saltar hierbajos, que me lleven de paseo, las caricias en la barriga, que me rasquen detrás de las orejas, y la costilla de cerdo. Mi madre también es mestiza, y mi padre es un ratonero, por eso me gusta olisquear el suelo en busca de ratones, conejos y pequeños corzos, y cuando avisto algo que se mueve, salgo corriendo detrás de él. Mi abuela, era una perra de caza, así que eso influye en mi gusto por perseguir cosas vivas. También tengo ascendencia de rottweiler o doberman, así que si algún perro se enfrenta a mi, suelo salir ganando. Curioseo todo lo que desconozco, lo olfateo de arriba a abajo hasta que el olor se me queda grabado en el cerebro. Puedo pasarme horas corriendo sin parar de un lado a otro. Como tres veces al día, pienso por las mañanas; sobras al mediodía, en las que suele haber carne o algún hueso que roer; y a la noche otra vez sobras. Mi dueña me ha enseñado muchas cosas, como a saltar muy muy alto, y alguna norma de educación y convivencia. Nunca me ha gustado perseguir pelotas, o morder juguetes para perros. Me paso el día viendo entrar y salir a los ratones que viven debajo de mi casa, que tienen hecho un buen nido. Mi mamá, Laika, vive conmigo. Antes, también estaba mi padre, Dudls pero murió hace tres años, por una intoxicación. Vivo feliz y contenta todos los días. Especialmente en verano, cuando me dejan nadar en el lago todas las semanas.
Espero que os guste mi historia; la historia que todo perro debería conocer.