miércoles, 31 de octubre de 2012

Cerbero, compañero del diablo

Últimamente, la madre de mi dueña se encontraba muy inquieta esos días. Le repetía una y otra vez a mi ama que tuviera mucho cuidado con algo que no alcancé a escuchar.
Ese mismo día, salimos a dar un paseo, como todos los sábados desde que tengo memoria. Al pasar por casa del pequeño Nody, un perro albino de ojos azules y nariz rosada, que siempre se pega cuando nuestros amos salen a dar un paseo juntos. En la puerta había una especie de furgoneta blanca, y un hombre un tanto extraño, que me dio miedo de inmediato. Me encogí un poco, y me apegué a las piernas de mi ama. El hombre también le dio una advertencia que tampoco llegué a oír con exactitud.
Hoy fuimos al viejo campo de fútbol. Ya no tiene porterías, y la mitad, ni si quiera hierba. Uno de los lados da a unos arbustos bastante espesos, con numerables zarzas, tojos, helechos y otras plantas silvestres. Solo los perros, zorros o lobos, conseguirían pasar por entre la maleza.
Mi ama me soltó la correa, y como siempre, empecé a correr de un lado a otro muy contenta. Después de dar un par de vueltas, olisqueé alguna que otra esquina aquí y allá, para hacer un reconocimiento total de la zona. Al pasar al lado de los matorrales, fue cuando lo olí: una mezcla de odio y rabia, de tristeza y amargura. No lo veía, pero lo presentí. Miré atrás, y vi a mi dueña sentada en el ventanal derruido de la caseta de piedra, escuchando música. Me atreví a adentrarme un poco en la oscuridad, esquivando troncos finos y leñosos poblados de pinchos. Entonces lo oí: una respiración lenta y entrecortada, con pequeños bufidos. Cada vez lo presentía más cerca, pero no era él quien se movía, sino yo. Caminaba medio a ciegas, esquivando como podía todos los obstáculos, hasta que tropecé con una robusta pata. Me enderecé rápidamente, alerta. Olisqueé aquel enorme cuerpo, tumbado sobre unas hojas secas. Era musculoso, y daba la impresión de que estaba muy agotado, y medio muerto de cansancio. Un gruñido de dolor salió de su hocico, y resonó entre sus dientes, que castañearon levemente.
-Me muero
Un susurro apenas audible. Un sentimiento de pena me inundó, y me compadecí profundamente de él. Quiso incorporarse un par de veces, ambas sin éxito. Pero a la tercera consiguió ponerse en pie, no sin dificultad. Le pregunté que le pasaba. Lo único que contestó, fue que algo lo estaba comiendo por dentro, que lo sentía morderle el estómago. Le dije que viniera conmigo, que mi dueña lo curaría, que se pondría bien.
Cuando casi estábamos fuera de los matorrales, contestó que no podía volver, porque lo volverían a encerrar. Y entonces, gracias a los rayos del sol que iluminaban una parte de la maleza, pude ver a un perro conocido, solo visto de lejos, pero lo reconocía. Cerbero, un rottweiler que lleva viviendo en una jaula de un metro por un metro, por lo menos cinco años. Por eso estaban todos tan preocupados, porque un asesino de sangre fría anda suelto por el pueblo. Menuda estupidez. Todo el mundo dice que es malo, pero no tienen pruebas, porque se ha pasado toda su vida encerrado.
Mi dueña seguía en el mismo sitio de antes, desconectada del mundo en general. Cerbero, me miraba melancólico, con ojos apagados, respirando con dificultad.
Cerbero me contó, que podía haberse escapado en cualquier ocasión, con solo roer un poco el cordón que mantenía cerrada la puerta de su celda, pero que quería ser bueno, teniendo la esperanza de que, como un condenado a cinco años de cárcel, le dejarán bajo libertad vigilada. Pero eso nunca pasó. Cuando enfermó, esperó un tiempo, para ver si sus dueños se daban cuenta de que algo malo le pasaba, pero eso tampoco paso nunca. Su dueño, también es el dueño de Nody, y el hombre extraño de la furgoneta, debía de ser de una perrera. Cerbero mataba su tiempo con su compañera Luna, separados por una verja de metal muy fuerte. Hablaban, jugueteaban, dormían lo más cerca que podían... Pero cada día era un infierno, en el que ni el diablo les hacía compañía. Solo ellos dos, unos bloques de cemento y unos alambres que los separaban. Cerbero, al ver que empeoraba, no quería morir cautivo, pero tampoco quería vivir lejos de Luna. Así que, con valentía, cortó las cuerdas de su jaula y corrió hasta el refugio más cercano, que era en el que nos encontrábamos ahora. Decidió pasar ahí toda la noche, para sentir la luna y las estrellas sobre su cabeza, que el viento fresco corriera entre sus patas, jugar de verdad con ratones de campo, hacer amistad con perros callejeros...
Pero hoy, cuando quiso volver junto a Luna, no pudo levantarse. Su enfermedad estaba ya muy avanzada, y los dos temíamos lo peor. Ahora, estaba haciendo un gran esfuerzo por mantenerse en pie, y podía ver como sus patas temblaban, y su abdomen se contraía del dolor.
Le dije que mi ama lo ayudaría, que no tenía nada que temer. Cerbero, sin mas remedio, aceptó. Le di un pequeño lametón en el hocico y corrí hasta mi ama. Al verme se quedó indiferente, empecé a gemir un poco, y entonces capté su atención. Corrí hacia los arbustos y me giré para esperar a mi dueña, que capto el mensaje en seguida. Me siguió hasta que vio ha Cerbero emerger de entre la maleza.Y entonces Cerbero se derrumbó sobre la tierra lánguida y fría...

6 comentarios:

  1. Gracias^^
    Aviso, tiene segunda parte :)

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  2. Ohh!!! pobrecito!!! Me encanta quiero el siguiente ^^
    Te has ganado una nueva seguidora ^^ Bss

    espejismosdelpasado.blogspot.com.es/

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  3. Oooh! Triste y tierno a la vez. Me ha encantado :) Sigue escribiendo cosas así, por favor. Ah! Sin olvidarnos de "El lobo", claro ^^
    Un abrazo de http://utopiainthemoonlight.blogspot.com/ & http://elcaminoquesigoempiezayacabacontigo.blogspot.com/ :3

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    1. Escribire la otra parte de "Cerbero, el compañero del diablo" mañana y luego seguire con "El lobo"

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