miércoles, 15 de agosto de 2012

Perro color café con leche y caramelo

Hoy, de paseo por el pueblo, me encontré con mi tío, Leo, el único hermano de mi madre que sigue con vida; y que al igual que ella, era totalmente negro, y de pelo corto y encrespado. Yo quise correr hacia él para saludarlo, pero mi dueña agarro fuerte la correa y tiró de mi pare que me apartara de él. Leo agitó la cola con entusiasmo, y se acercó a mi trotando alegremente. Pero entonces, mi dueña, se interpuso entre los dos, y caminó firmemente hacia el para amedrentarlo. Leo gruño, pero la intimidación le pudo y se alejó rápidamente, dirigiendo rápidas y cortas miradas atrás, para asegurarse de que no lo seguían. No entendí la reacción de mi ama ante aquel animal, sabe que yo me defiendo sin piedad si algún perro intenta morderme. Intenté restarle importancia, y reanudé la marcha. Nos encontramos con algunas personas que paseaban, al igual que nosotras. De vuelta, pasamos por casa de Hulf, un pastor alemán con mas o menos un año. Es encantador. Cuando nos ve, recorre toda la verja de su jardín hasta la puerta a nuestro lado, y en la entrada, donde los barrotes son más anchos, él apoya el hocico y lo acerca a mi todo lo que puede. Mi dueña siempre le acaricia la cabeza, y él le da besos en la mano de vez en cuando. Hulf es el mejor perro, que he conocido. Es tranquilo, amigable y juguetón.
En el parque, había un perro color café con leche y caramelo. Era muy grande, y en cuando me vio, corrió hacia mi. Antes de que mi ama pudiera detenerlo, noté sus dientes en el cuello, pero antes de que pudiera hacerme sangre, rodó por la tierra un par de metros delante de mi. Supe en seguida quien le había dado esa patada. Mi ama, antes de que pudiera levantarse, lo cogió justo debajo de la mandíbula, para que no pudiera morderla, y se lo llevó arrastras hasta su dueño.
-Si vuelve a morderla -había dicho con tono mortífero-, le patearé más fuerte.
Mi dueña siempre había sido muy fuerte, y peligrosa. En el pueblo, todos los animales le guardaban respeto; algunos eran amigos, que se acercaban a que los acariciasen, otros, gruñían por lo bajo manteniendo distancias, el resto, simplemente huía. Mi ama era posesiva: todo lo que le pertenecía, lo protegía aunque se dejase el pellejo. Innumerables veces, se ha puesto entre un gran perro de grandes colmillos, enfurecido y rabioso, y yo. Nunca dejan que la intimiden, todo lo contrario. Y esa, no iba a ser una excepción.
Aún si conseguían hacerle daño algo que era suyo, ese ser recibiría un severo castigo por sus actos. Una tarde, estando en el galpón de los padres de mi ama, vi como un ratón se comía las fresas de una apreciada planta cerca de la caseta. Cuando mi dueña se enteró, no descansó hasta que lo atrapó; y tardó media semana en conseguirlo. En ese tiempo, el ratón se había comido unas cuantas fresas, tres hojas de lechuga por la mitad y alguna patata pequeña que asomaba por la tierra. Después de que cayera en la trampa que diseñó mi dueña, se lo dio a Paul, el gato siamés que tanto me odia, para que se lo "comiera"; lo único que hacía era jugar con él, torturarlo, hasta que caía medio muerto y ya no podía moverse, cuando empezaba a comérselo.
Ese perro café con leche y caramelo, no volvería ha hacerme daño ni aunque se dejara la vida en ello. Mi ama le administraría un castigo severo, sin importarle lo que su dueño dijese. A mi ama le gusta la noche; y se desenvuelve bien en ella. Yo, la he visto atrapar murciélagos en pleno vuelo, cuando están torpes bajo la luz de la farola y se desorientan. No le resultaría difícil colarse en la casa de ese perro y atarlo a un poste en un bosque remoto.
Mucha gente dice que mi ama es una rebelde, pero yo pienso que cualquiera mataría por proteger lo que es suyo.

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